domingo, 10 de agosto de 2014

Salí a enjuciar...

Salí a enjuiciar...y me conseguí unos zapatos.

Cada día que vamos a la calle, o aún antes de salir de nuestras casas, nos vestimos de magistrados (sin saberlo) y emitimos juicios de todo lo que vamos consiguiendo a nuestro paso, inclusive de lo que no tenemos relación.

Imágenes interior y exterior Cúpula.                                     Mayo 2010 © amorenot
                                                               Casa Batllo. Barcelona.

El proceso de emitir juicios es casi inherente a la condición humana. Los juicios los usamos a diario como nuestros semáforos, para decidir el momento de pasar, si cruzamos en una dirección u otra.

Existe la teoría de que no deberíamos emitir juicios, hoy, yo me voy a permitir hacer una opinión sobre este tema.

Cuando consideramos los juicios como el proceso de emitir una declaración sobre algo y no tenemos la certeza o al menos una buena base de información previa, esos juicios sería mejor no emitirlos. Cuando esa investidura de magistrados, la hemos tomado de cualquier guardarropa, seguramente no se corresponde a nuestra talla, no estamos habilitados o empoderados como jueces, por lo que no tenemos el derecho de declarar y por tanto menos  de enjuiciar, como el dueño de la toga.

La emisión de un juicio sobre algo o sobre alguien, que es aún más delicado, normalmente lo hacemos desde nuestro punto de vista. Emitimos un juicio por el solo hecho de como es el comportamiento de ese algo o alguien, de como lo estamos viendo desde el exterior. Con frecuencia, cuando emitimos juicios, solo consideramos lo que vemos o sentimos y lo que es aún peor, sin tener la autoridad para juzgar, ya sea por el momento, porque del tema no somos expertos o porque no nos hemos colocado los zapatos de quien juzgamos.

Las expresiones de las personas, sus frases, la forma de estar o de vestir, los resultados externos de una situación o las consecuencias que vemos o sentimos, nunca son elementos suficientes para juzgar.

Todo  lo que pasa a nuestro alrededor,  las personas, son (somos) sistemas muy complejos, no solo lo que vemos o percibimos de ellos es de lo que están o estamos integrados. Existen muchas relaciones internas, emociones, causas y efectos visibles o no, no solo de apariencias están hechas las personas o las instituciones.

Esto que suena y es muy complejo, podemos simplificarlo diciendo que no podemos emitir juicios de algo o alguien, solo por la última expresión de lo que hemos visto, como habitualmente lo hacemos. No juzguemos el interior de la cúpula por solo haber apreciado su exterior.

Hagamos el ejercicio de tomar un par de zapatos al azar, calcemos los mismos sin saber que vamos hacer en el día y salgamos a enfrentar la vida... es muy probable que luego estemos agotados, fastidiados, incómodos por no haber tomado los zapatos correctos. ¿Qué puede pensar quien nos vea desde la acera del frente, quién nos juzgue por nuestro caminar, por nuestras caras, estará consciente de cómo nos sentimos, qué queremos hacer, para dónde vamos y por dónde?, porque nuestras expresiones no serán solo el resultado de cómo nos sentimos en nuestro calzado. ¿Esa persona que nos juzgue, tendrá la investidura para poder pensar y hasta opinar de nosotros, de lo que cree somos, nos sentimos y pudiéramos ser o hacer, como habitualmente se hace al enjuiciar?

Bueno, ya que nos hemos ejercitado pensando el por qué los demás no deben  juzgarnos a primera mano, por qué no tomamos la lección para cuando nos creamos con derecho de ser jueces. Pongámonos en los zapatos de quien va por la acera del frente.

Sí, sí que podemos juzgar y a quien primero debemos aprender a juzgarnos es a nosotros mismos. Muchas de nuestras dificultades para avanzar, está en no haber aprendido cómo funciona el semáforo de nuestros juicios, a no creer en ese semáforo, a no tener confianza en nuestras propias evaluaciones, porque estamos siempre pendientes de lo que los otros dirán o enjuiciaran de lo que somos o pretendemos ser o hacer.

Seamos, con los juicios para con nosotros y por supuesto para con los demás, confiables, es decir no emitamos declaraciones sin bases o con muy pocas, seamos consecuentes y coherentes  como los semáforos, que siempre sus luces indican lo mismo, tienen un orden, no usemos el semáforo equivocado, el juicio que podamos tener para algo, no necesariamente es válido y útil para otras personas o circunstancias. Los juicios y nuestras posiciones siempre deberán estar en concordancia con la situación, el momento y el tiempo en el que vivimos. Preferible por eso, callar que juzgar sin tener capacidad para ello.

Nuestros juicios siempre serán elementos de relación humana. El camino que nos trazamos a nuestras metas, está lleno de personas e instituciones, usemos nuestros juicios ponderadamente para que nuestra vía se facilite, de lo contrario nuestros malos juicios construirán murallas en nuestra ruta.

Así podremos emitir juicios razonables y razonados. Cuando enjuiciemos,  primero calcemos los zapatos de quien juzgamos.

Alberto Moreno T.
10 de Agosto de 2014

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Ing. Alberto Moreno T.