Un dulce brisa,
nos trae recuerdos de intensa sal, aroma conocidos y queridos, de caldereta de
la abuela, poderosa brisa la de nuestros recuerdos, sentimos el rocío disperso
en ella, nos moja y arropa como una suave manta, como piel del ser amado.
Alegre y vigorosa, que no podemos desperdiciar para izar velas e iniciar el
viaje.
Velero. Pto Barcelona. Sept. 2013 © amorenot
Velero. Pto Barcelona. Sept. 2013 © amorenot
Los recuerdos
son poderosas armas que desde nuestro interior, nos dan fuerza para partir, o
nos anclan para no dejarnos ir.
Los buenos
marineros saben cuándo estos vientos son propicios para iniciar el viaje, miran
sus mástiles, preparan sus cabos y sabiendo usar su compañía y sus
competencias, tiran de la velas y las tensan, las orientan y ponen rumbo a sus
metas, al puerto de sus sueños.
Y también
saben... cuándo levantar anclas y en que momento echarlas, saben que cuando se
quiere partir, el ancla se ha de subir y que cuando se ha llegado a buen puerto,
el ancla ha de fondear.
Como marineros,
icemos las velas y emprendamos camino, faltan muchas millas por recorrer,
tomemos nuestros mapas, orientemos la brújula, demos al timonel de nuestras emociones y
pasiones, las órdenes para que dirija el velero a esos mares que
siempre soñamos y advirtámosle que habrá tormentas en el camino, si siempre mantenemos rumbo cierto, más temprano que tarde llegaremos.
Para llegar a
nuestras metas, es necesario mantener claro de donde partimos, definir
el punto de llegada y porque deseamos estar allí, eso se llama ir a nuestras
pasiones.
Mantener el
norte, lo da la claridad de los principios, en base a ellos sabremos cuando
ajustar el rumbo, cuando un faro nos ilumina y nos previene de las
rocas, de los inconvenientes, de los bajos fondos.
Nuestro mapa de
ruta, la guía del camino a seguir y las indicaciones de lo que hemos de
llevar, nos asegurara que nuestros sueños, sean logrados.
Los vientos
necesarios vendrán de nuestro compromiso, tan fuerte como sean nos hará navegar
más pronto y rápido.
Las velas para
aprovechar los vientos, son nuestras competencias y educación, algunas rotas y luego
remendadas tras las tormentas, pero curtidas y tensas mantendrán la
firmeza del viaje.
Los cabos para atarlas tan fuertes como nuestra formación, ni las mareas ni las tormentas por las que hemos de pasar, los han de reventar.
Las anclas, en nuestro puerto de partida, son las limitantes que hemos de vencer y en el puerto de llegada, han de ser tiradas para asegurar nuestro velero al encontrar nuestras querencias, a las que nos ataremos cuando lleguemos a nuestros sueños.
Disfrutaremos
de la brisa, de los olores de las playas, de la tranquilidad de la bahía a la que hemos llegado, disfrutemos de la calidez del sol que finalmente hemos podido
encontrar.
No esperemos,
icemos velas, levantemos anclas, emprendamos rumbo…
Alberto Moreno T.
06 de Octubre de 2014
Alberto Moreno T.
06 de Octubre de 2014
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